Entradas

EL PAÍS CON EL "DES" DELANTE

Imagen
  Juanito Pierdedía era un gran viajero. Viaja que te viaja, llegó al país con el des delante. - ¿Pero qué clase de país es éste? - preguntó a un ciudadano que tomaba el fresco bajo un árbol. El ciudadano, por toda respuesta, sacó del bolsillo una navaja y se la enseñó bien abierta sobre la palma de la mano. - ¿Ve esto? - Es una navaja. - Se equivoca. Esto es una "desnavaja", es decir, una navaja con el des delante. Sirve para hacer crecer los lápices cuando están desgastados, y es muy útil en los colegios. - Magnífico - dijo Juanito -. ¿Qué más? - Luego tenemos el "desperchero". - Querrá decir el perchero. - De poco sirve un perchero si no se tiene un abrigo que colgarle. Con nuestro "desperchero" todo es distinto. No es necesario colgarle nada, ya está todo colgado. Si tiene necesidad de un abrigo, va allí y lo descuelga. El que necesita una chaqueta no tiene por qué ir a comprarla: va al desperchero y la descuelga. Hay el desperchero de verano y el de i

SEMBRADOR DE ÁRBOLES

Imagen
En un pueblo rodeado de altas montañas vivía un hombre entrado en años. La gente al verlo pasar se reía y burlaba de él. No tenía posesiones, ni siquiera una casa confortable donde habitar. Vestía humildemente. Nunca tuvo dueños ni amos y era libre como el viento. Este anciano ocupaba su vida sembrando semillas de árboles por doquier. Sembraba semillas de las que nunca vería ni las flores ni el fruto. Nadie le pagaba por ello; nadie se lo agradecía; nadie le animaba en su trabajo. Un día pasó por aquel lugar el Sultán de aquel país. Cabalgaba rodeado de su séquito. El Sultán deseaba contemplar directamente la situación de sus súbditos. Temía las palabras engañosas de sus ministros.  Al pasar por aquel lugar y encontrarse con el anciano le preguntó:  - «¿Qué haces, buen hombre?» El anciano le respondió:  - «Sembrando árboles, majestad». Nuevamente inquirió el Sultán:  - «¿Porqué siembras?. Estás viejo y cansado, y tus ojos no llegarán a contemplar el fruto de tus esfuerzos. Cuando brote

LA CERRADURA

Imagen
Hace mucho tiempo en la ciudad de Bagdad fue detenido un humilde cerrajero. Aunque era un buen hombre, que tan sólo se dedicaba a trabajar en el arte del hierro y a cuidar de su hermosa e inteligente mujer, la desgracia de una acusación falsa se cernió sobre él. Y fue a dar con sus huesos en las lóbregas mazmorras del Gran Sultán. Transcurridos unos meses su esposa se entrevistó con el Sultán para pedirle un favor: «Majestad, mi marido, el humilde cerrajero que vos mantenéis en prisión, siempre fue un hombre bueno y religioso. Cinco veces al día dirige su oración al Ala, el misericordioso. He tejido esta alfombra para que pueda arrodillarse sobre ella y cumplir con sus oraciones. Solicito que se la hagáis llegar» Al Gran Sultán le pareció adecuada aquella petición. Se mostró magnánimo y ordenó que la alfombra tejida por la mujer le fuera entregada al preso. Un año después el cerrajero conseguía huir de la prisión donde había sido condenado injustamente... Cuando sus amigos le preguntab

LA PRIMAVERA

Imagen
  Cuando paseo por algún parque, en estos días de primavera, siento y me emociono con el despertar de la vida: las lilas, los celindos, los castaños en flor; el canto del mirlo, del herrerillo, del petirrojo; los largos atardeceres, la luz nítida e intensa de la mañana. Todo es nuevo, exuberante, vivo. Aunque se repita cada año siempre sorprende, conmueve e inspira. No me pasa lo mismo con el mundo al que siento gastado y decadente. El mundo necesita una nueva primavera. Una primavera de nuevos y fecundos brotes, de cantos y amaneceres que nos despierten; de intensa y clara luz que nos cure la ceguera. Necesitamos  recuperar las estaciones o fases de la vida: Que nuestros niños vivan, plenamente, la infancia, sin ser empujados a la precocidaz que se percibe en muchos ambientes. Que los jóvenes se rebelen ante tantos modos y modas perniciosos. Que sean la savia viva que renueve e impulse una nueva convivencia, un nuevo orden, un nuevo pensar, un nuevo se

EL HAMBRE

Imagen
Había una vez un oso que era muy amante de la miel y destripaba todas las colmenas que encontraba. Pero, ¡ay!, no es fácil dar con ellas andando por el suelo, y pocas veces podía saborear el dulce manjar.    Había también un abejaruco. Es un pájaro de hermosas formas y maravilloso plumaje, lleno de tonalidades que incluyen todos los ocres, amarillos, azules y verdes, además del blanco y del negro. El dios que lo creó tenía que ser un artista además de un sabio y tomó como modelo el arco iris. Se refugian en las solanas de la Roca, al resguardo de las friuras del norte y de las heladas que hacen temblar el páramo. Los abejarucos llegan aquí en la época de las flores y nos abandonan en el tiempo de los frutos. Ya falta poco. Construyen sus nidos en galerías que excavan en el talud del río y forman poblados compuestos por muchas parejas, cada una de las cuales cuida a sus pollos en la profundidad de una larga  El abejaruco come abejas que caza al vuelo y no miel, a diferencia del oso. S

LA RANA Y EL ESCORPIÓN

Imagen
  El escorpión le pidió a la rana que lo cargara para cruzar el río, la rana le dijo: —¿Cómo sé que no me picarás? El escorpión respondió:   —Porque haría que ambos nos ahogáramos. La rana aceptó; y a la mitad del río el escorpión picó a la rana. Cuando la rana le preguntó: —¿Por qué?, si los dos vamos a morir; el escorpión respondió: —Es mi naturaleza. — Dijo, saltando y perdiéndose en la orilla. Un saltamontes, que lo había visto todo, preguntó a la rana: —Amiga rana, ¿por qué has ayudado al escorpión, sabiendo que tu vida corría peligro? —Es mi naturaleza. — Dijo, yendo a morir entre la hierba.

LOS AÑOS DEL HOMBRE

Imagen
  Cuenta la historia que Dios, después de crear el mundo, se sentó debajo de un árbol e hizo pasar a todos los seres para otorgarles los años que deberían vivir. El primero en pasar fue un burro. Dios le dijo que iba a vivir treinta años. Pero el burro al oír aquella cantidad le dijo al Señor que era excesivo, que no estaba dispuesto a vivir tanto tiempo trabajando como un burro. Al Señor le pareció adecuada la queja del burro y le concedió de vida sólo dieciocho años. Y el burro se fue contento. Luego llegó el perro. El Señor Dios le concedió también treinta años de vida. Pero el perro protestó: treinta años eran demasiado para sus patas y dientes. Le rogó a Dios que le concediera menos años. Entonces Dios se apiadó de él y le otorgó tan sólo doce años de existencia. Pasó también por delante de Dios el mono. Dios, en su infinita bondad, le otorgó treinta años de vida. Pero el mono alegó ante Dios que era mucho tiempo. Él, a fin de cuentas, tan sólo sabía hacer monerías y poco