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Mostrando entradas de mayo, 2010

LOS DOS PERRITOS

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En una calle de la feria de una gran ciudad, una tarde se encontraron dos perritos. Uno de ellos estaba contento y feliz. El otro le preguntó, con cara de pocos amigos: - Estás muy sonriente, ¿hay algo de bueno? - Sí, amigo -respondió-. He entrado en aquella casa y me he encontrado ocho o diez perros más, sonrientes todos, como yo, y eso me ha hecho estar feliz. - A lo mejor debería probar yo, últimamente me cuesta sonreír. El perro entró y enseguida salió, mas malhumorado que nunca. - No sé qué viste tú, pero yo me he encontrado con un montón de perros de mirada amenazante y cara de pocos amigos. No merece la pena estar allí ni un minuto. - Hasta luego, amigo - dijo el perrito alegre. Y cada uno salió en una dirección distinta. Allí quedó una casa, atracción de feria, con el siguiente título: La casa de los espejos .

¿QUIÉN?

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Esta es la historia de cuatro personas que se llamaban Cadauno, Alguno, Cualquiera y Ninguno. Había que hacer un trabajo importante y se pidió a Cadauno que lo hiciera. Cualquiera estaba seguro que Alguno lo haría, pero Ninguno lo hizo. Alguno se molestó a causa de ello, porque era el trabajo de Cadauno. Cadauno pensó que Cualquiera podía hacerlo. Pero Ninguno se dio cuenta de que Cadauno no lo había hecho. Al final resultó que Cadauno riñó a Alguno cuando Ninguno hizo lo que en realidad Cualquiera podía haber hecho.

LAS GALLETAS

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Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente. La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonri

EL DIAMANTE

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El sabio había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, llegó corriendo hacia él uno y le dijo: - ¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa! -¿Qué piedra? -preguntó el sabio. - La otra noche se me apareció el Señor en sueños y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un sabio que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre. El sabio rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra: - Probablemente se refería a ésta -dijo, mientras le daba la piedra al aldeano-. La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Por supuesto que puedes quedarte con ella. El hombre se quedó asombrado mirando la piedra. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre. Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sabio y le dijo: - D

LA LÁGRIMA

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Una niña pequeña volvía de la casa de una vecina que acababa de perder una hijita de seis años en un trágico accidente. - ¿Qué tenías que hacer tú en casa de la vecina?- le preguntó el padre. - Fui a consolar a la madre. - Y, ¿qué podías hacer tú para consolarla? - Me senté en sus rodillas y me puse a llorar con ella.