DÁTILES
En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena. -Que tal anciano? La paz sea contigo. – Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea. -¿Qué haces aqui, con esta temperatura, y esa pala en las manos? -Siembro -contestó el viejo. -Qué siembras aqui, Eliahu? -Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar. -¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez. -El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor. – No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos… -Dime, amigo: ¿cuántos años tienes? -No sé… sesenta, setenta, ochenta, no sé.. lo he olvidado… pero eso, ¿qué importa? -Mira, a