LA CUERDA
Cuentan que un andinista, desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo y por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir, pero se le fue haciendo tarde y no se preparó para acampar sino que decidió seguir subiendo, empecinado en llegar a la cima. Oscureció y la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña; ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro y la visibilidad era nula; las estrellas estaban cubiertas por las nubes y no había luna. Subiendo por un acantilado, a sólo cien metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires. Caía a una velocidad vertiginosa y sólo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de sentir la proximidad del final. Seguía cayendo y en esos angustiosos momentos pasaron por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos; de repente sintió un tirón tan fuerte que c