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Mostrando entradas de octubre, 2010

EL CHICO

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Una mañana iba yo por la carretera cuando, espada en mano, llegó el rey en su carroza. - Me vendo-, grité. El rey me cogió de la mano y me dijo: - Soy poderoso, puedo comprarte. Pero de nada le valió su poderío y se marchó sin mí en su carroza. Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento y me dijo: - Soy rico. Puedo comprarte. Una a una ponderó sus monedas, pero yo le volví la espalda y me fui. Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mi y me dijo: - Te compro con mi sonrisa. Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra. El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó su cabeza y, como si me conociera, me dijo: - Puedo comprarte con nada. Desde que hi

LA FÁBULA

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Dicen que, al principio de los tiempos, Dios acababa de crearlo todo. Sí, el mundo estaba así, recién estrenado, todo nuevo, sin usar. Y daba gusto verlo, pues todas las cosas de la creación se mostraban tal como son, en su esencia más primigenia. Cada una de ellas aparecía pura, sin un ápice de corrupción o deterioro. Aún se desconocía la contaminación de cualquier tipo (el chapapote era ciencia ficción), y todo era luminoso y limpio, pues, como decía, las cosas se mostraban en su más prístina apariencia. Es decir, tal como son en realidad. Por ejemplo: la Mentira. ¿Cómo iba la Mentira? Siempre iba revestida de galas, tules, gasas y sedas; brocados, recamados y pedrerías. Las manos, llenas de anillos, y le recorrían los brazos desde la muñeca hasta el sobaquillo, brazaletes de oro y plata (todo malo, por supuesto -falso, como ella-, de baratija, pero que daba el pego, naturalmente). Pendientes de filigrana y perlas en sus orejas, collares de oro colgaban de su cuello, y

EL LOBO ¿FEROZ?

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Me llamo Sean O'Connor. Soy un lobo irlandés. Les escribo desde la prisión de Soto del Real, en Madrid, casi habiendo cumplido la totalidad de la pena que me fue impuesta, injustamente, acusado de intento de asesinato de tres cerditos. Y digo injustamente, porque, por alguna extraña razón, nadie quiso nunca creer mi versión de los hechos. Todo empezó una tarde de invierno en que yo paseaba por los bosques de Asturias recogiendo setas y tubérculos para la cena. Eran mi comida preferida desde que, hacía un año, me había trasladado desde los montes irlandeses en busca de climas más amables. Había comprado un gran terreno con todos mis ahorros y, por fin, vivía como siempre había soñado. Aquel verano, tres cerditos construyeron sus pequeñas casas dentro de mis terrenos. No me importó, pues sabía que tendría a quien acudir cuando necesitara compañía. Esa tarde, el cielo se oscureció amenazando tormenta. Decidí volver a casa, cuando observé que un violento tornado se acercaba pel

LAS CEBOLLAS

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Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado. Por eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y escuchar el canto de los pájaros. Un buen día, empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, azul, verde,... El caso es que los colores eran tan deslumbrantes que a todos llamaban la atención y quisieron saber la causa de tan misterioso resplandor. Después de grandes investigaciones lograron descubrir que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón, una piedra preciosa. Una tenía una esmeralda, la otra un rubí, la otra un topacio, y así sucesivamente. ¡Una verdadera maravilla! Pero, por alguna razón incomprensible, aquello se vio como algo peligroso e intolerable. Total que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e intima. Pusieron capas y más capas para cubrirla

EL RATÓN

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 Cuenta una antigua fábula india que había un ratón que estaba siempre angustiado, porque tenía miedo del gato. Un mago se compadeció de él y lo convirtió en un gato. Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. De modo que el mago lo convirtió en un perro. Luego, empezó a sentir miedo de la pantera, y el mago lo convirtió en pantera, con lo cual comenzó a temer al cazador. Llegado a este punto, el mago se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: — Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón.

EL AIRE

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  Un joven fue a ver a un sabio maestro y le preguntó: - ¿Señor, qué debo hacer para conseguir lo que quiero? Después de dos ocasiones en que el sabio no le respondió, volvió una tercera y el sabio le dijo: - Ven conmigo. Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y, cuando alcanzaron cierta profundidad, el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua y, pese a los esfuerzos del joven, allí lo mantuvo. Al fin, le dejó salir y el joven respiró recuperando el aliento. Entonces preguntó el sabio: - Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas? Sin vacilar contestó el joven: - Aire, quería aire. - ¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor? - No señor, deseaba aire. Necesitaba aire y sólo aire. - Entonces, contestó el sabio, para conseguir lo que quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo dem