EL CHICO
Una mañana iba yo por la carretera cuando, espada en mano, llegó el rey en su carroza.
- Me vendo-, grité.
El rey me cogió de la mano y me dijo:
- Soy poderoso, puedo comprarte.
Pero de nada le valió su poderío y se marchó sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento y me dijo:
- Soy rico. Puedo comprarte.
Una a una ponderó sus monedas, pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mi y me dijo:
- Te compro con mi sonrisa.
Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó su cabeza y, como si me conociera, me dijo:
- Puedo comprarte con nada.
Desde que hice este trato, jugando, soy libre.
- Me vendo-, grité.
El rey me cogió de la mano y me dijo:
- Soy poderoso, puedo comprarte.
Pero de nada le valió su poderío y se marchó sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento y me dijo:
- Soy rico. Puedo comprarte.
Una a una ponderó sus monedas, pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mi y me dijo:
- Te compro con mi sonrisa.
Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó su cabeza y, como si me conociera, me dijo:
- Puedo comprarte con nada.
Desde que hice este trato, jugando, soy libre.
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