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Mostrando entradas de septiembre, 2010

EL CORAZÓN

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En una de salas de un colegio, habían varios niños, cuando uno de ellos preguntó a la maestra: - ¿Maestra, que es el amor? La maestra sintió que el niño merecía una respuesta a la altura de la pregunta inteligente que habia hecho. Como estaban en hora de recreo, pidió a cada alumno que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más le despertara en ellos el sentimiento del amor. Los chicos salieron apresurados y cuando volvieron la maestra les dijo: - Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo. El primero dijo: - Yo traje esta flor, ¿no es linda? El segundo habló: - Yo traje esta mariposa, vea el colorido de sus alas, la voy a colocar en mi colección. El tercero completó: - Yo traje este pichón de pajarito. Se cayó del nido junto con otro hermano, ¿no es gracioso? Y así los chicos uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio. Terminada la exposición, la maestra notó que había una alumna que no había traído nada y que

LOS ERIZOS

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En las noches frías, los erizos descubren que si se juntan tienen menos frío. Se acercan cada vez más pero, como son erizos, se pinchan unos a otros y, asustados, se apartan. Cuando se alejan, se lamentan de haber perdido el calor pero, al mismo tiempo, no quieren pincharse. Con el tiempo y con las malas experiencias, superan su miedo y vuelven a juntarse y se pinchan de nuevo. Hasta que un día descubren una distancia que les permite darse calor sin lastimarse.

LOS GANSOS

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La próxima temporada, cuando veas los gansos emigrar dirigiéndose hacia un lugar más cálido para pasar el invierno, fíjate que vuelan en forma de V. ¿Tal vez te interese saber el por qué lo hacen en esa forma?. Lo hacen porque al batir sus alas, cada pájaro produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él. Volando en V la bandada de gansos aumenta, por lo menos, un 71 % más su poder de vuelo, en comparación con un pájaro que vuela solo. Cada vez que un ganso sale de la formación, siente inmediatamente la resistencia del aire; se da cuenta de la dificultad de hacerlo sólo y rápidamente vuelve a la formación para beneficiarse del compañero que va adelante. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los lugares de atrás y otro ganso toma su lugar. Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante a mantener la velocidad. Finalmente cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos ga

EL HERMANO

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Había una vez un arqueólogo en África. Vino a la India en peregrinaje; a los Himalayas, particularmente a los templos y estructuras antiguas, los cuales son muy difíciles de alcanzar; y en aquellos tiempos mucho más. Mucha gente simplemente no volvía; se llegaba a través de pequeños senderos al borde de precipicios de 3.000 m. de profundidad, con nieves perpetuas. Tan sólo un pequeño resbalón y todo habría acabado. Ahora las cosas están mejor, pero en el tiempo del que estoy hablando era muy difícil. El hombre iba cansado, aún llevando muy poco equipaje (porque llevar mucho equipaje a esas alturas se hace imposible); según el aire se va volviendo más fino, se hace más difícil respirar. Delante de él, vio a una niña que no tendría más de diez años, cargando a un niño, muy gordito, sobre sus hombros. Ella iba sudando, respirando pesadamente, y cuando el hombre pasó a su lado le dijo: - Niña, debes de estar muy cansada. Llevas mucho peso sobre tí. La niña le respondió: - Tú

EL CARACOL

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Un viejo loro que se había escapado de la casa revoloteaba por el jardín cuando fue a posarse en una rama, más bien bajita, de un cerezo. Al mirar hacia abajo vio a un caracol que se arrimaba al árbol y comenzaba a subir por el tronco. El ama del loro consiguió atraparlo y devolverlo a su jaula. Al cabo de unos meses, en pleno invierno, un sábado de limpieza, el loro volvió a escaparse y volvió a la rama del cerezo. Allí, a unos cuantos metros de la copa del árbol, se encontró con el caracol. - ¿Dónde vas? - le dijo el loro. - Me gustan las cerezas - respondió el caracol - ¡Voy a comer cerezas! - ¡Ja, ja, ja! - se carcajeaba el loro - ¿No sabes que ahora no hay cerezas? ¡Hay que esperar al verano! - No, no hay cerezas ahora; pero seguro que para cuando yo llegue arriba, ya estarán ricas.