LA DUCHA
Con siete años, a Roberta la mandaron de la mano de su hermano mayor a Estados Unidos, para prosperar, le dijeron. Al cruzar la frontera, su hermano le dejó las normas claras:
- Aprenderemos español e inglés, no volveremos a hablar nuestra lengua nahua.
Les fue muy útil, encontraron trabajo cosiendo jeans de seis de la mañana a seis de la tarde, y por las noches entendían lo que oían en la radio que se pudieron comprar.
Diez años después volvieron a su tierra de la Sierra de Puebla, para el entierro del padre.
Cuando llegaron, su madre les abrazó, les besó y finalmente les preguntó por sus vidas, por sus cosas.
Roberta le explicó mi historias, con el hermano al lado, que nada entendía.
- Roberta - le preguntó - ¿No te prohibí que hablaras nahua? ¿Cómo lo recuerdas?
- Así es, es que -le contestó Roberta - lo practiqué de ocultitas en la ducha.
(Original de GUSTAVO DUCH, en su libro Lo que hay que tragar. Minienciclopedia de política y alimentación, MÁS INFORMACIÓN, AQUÍ)
- Aprenderemos español e inglés, no volveremos a hablar nuestra lengua nahua.
Les fue muy útil, encontraron trabajo cosiendo jeans de seis de la mañana a seis de la tarde, y por las noches entendían lo que oían en la radio que se pudieron comprar.
Diez años después volvieron a su tierra de la Sierra de Puebla, para el entierro del padre.
Cuando llegaron, su madre les abrazó, les besó y finalmente les preguntó por sus vidas, por sus cosas.
Roberta le explicó mi historias, con el hermano al lado, que nada entendía.
- Roberta - le preguntó - ¿No te prohibí que hablaras nahua? ¿Cómo lo recuerdas?
- Así es, es que -le contestó Roberta - lo practiqué de ocultitas en la ducha.
(Original de GUSTAVO DUCH, en su libro Lo que hay que tragar. Minienciclopedia de política y alimentación, MÁS INFORMACIÓN, AQUÍ)
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