LA PECERA
Un niño de 8 años entró en su clase para hacer el examen global de matemáticas. Estaba realmente nervioso por su prueba, no podía tranquilizarse. Su angustia creció tanto que no pudo controlarse y se orinó en los pantalones. Por mucho que intentó disimular, se enrojeció como un tomate; miró hacia abajo y vio como gotas caían suavemente al piso.
Para su sorpresa cuando levanta la vista, ve que su profesora
le llama para que acuda a su mesa. No sabe qué hacer. ¿Cómo podría moverse sin
dejar al descubierto su situación?
La profesora al notar que el niño está como paralizado y no
viene a su mesa, se levanta y se dirige hacia el pupitre del niño. ¡¡Oh, no!!,
piensa él. ¿Qué voy a hacer ahora?
Al acercarse un poco más y darse cuenta de la situación la
profesora pensaba: “¿Qué debo hacer ahora? Se avergonzará y los compañeros se
reirán de él.
En ese momento, una niña compañera de clase, va hacia él con
una pecera y al pasar junto a él tropieza y se le cae todo el agua de la pecera
sobre la ropa del niño, mojándolo totalmente… La maestra apresuradamente coge
al niño y lo lleva al baño para ayudarlo a secarse la ropa, mientras pensaba:
“Gracias a Dios… gracias a Dios. Qué regalo me has hecho”.
Para ocultar más aún lo que vivió le gritó a la niña…” ¿NO
sabes por dónde caminas?... idiota”
En el recreo ningún compañero se quiso acercar a la niña y lo
pasó entero sola. Todos la miraban con menosprecio por haber mojado al
compañero. Cuando terminaron las clases, la niña se fue sola hacia su casa, ya
que ninguno quiso ir con ella y el niño se le acercó y le preguntó:
- ¿Realmente te tropezaste? ¿Fue un accidente?
Y ella lo miró y dijo:
- No. Yo vi lo que te pasó, vi que te orinaste y
que la profesora iba hacia ti, por eso corrí y cogí la pecera para hacer que me
tropezaba… porque no quería que fueras avergonzado.
Ahora el niño estaba más paralizado de lo que se sintió en
clase.
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