EL KIMONO
Voy a contar la historia de Ikyu, un célebre monje. Ikyu significa reposo, descanso.
Era hijo del emperador. Lo confió a un templo, pero todo el mundo sabía que era un príncipe. Más tarde llegó a ser abad del templo más bello de Kioto, e introdujo la ceremonia del té, de la que es fundador.
Su kimono estaba deshilachado como el de un mendigo. Un día, un hombre rico lo invitó a una ceremonia conmemorativa por sus antepasados.
Ikyu se presentó en la mansión vestido como un mendigo, porque vivía muy pobremente, y los criados, tomándolo por un pordiosero, lo echaron.
Entonces Ikyu volvió al templo y, por primera vez, se puso un precioso kimono violeta.
Vestido así, se dirigió a la casa del hombre rico, donde lo estaban esperando. Allí recitó sus oraciones. Cuando terminó la ceremonia se dirigió al comedor y los criados pusieron manjares deliciosos ante él. Su mesa estaba llena de platos. Entonces, Ikyu dobló su kimono.
"Tendrá ganas de beber", pensaron los anfitriones. Pero él puso su kimono ante la mesa y no tocó los platos.
- ¿Por qué no come usted? -le preguntaron.
- Este banquete no me ha sido ofrecido a mí, le ha sido ofrecido a este kimono violeta, así que es él quien debe comérselo.
Era hijo del emperador. Lo confió a un templo, pero todo el mundo sabía que era un príncipe. Más tarde llegó a ser abad del templo más bello de Kioto, e introdujo la ceremonia del té, de la que es fundador.
Su kimono estaba deshilachado como el de un mendigo. Un día, un hombre rico lo invitó a una ceremonia conmemorativa por sus antepasados.
Ikyu se presentó en la mansión vestido como un mendigo, porque vivía muy pobremente, y los criados, tomándolo por un pordiosero, lo echaron.
Entonces Ikyu volvió al templo y, por primera vez, se puso un precioso kimono violeta.
Vestido así, se dirigió a la casa del hombre rico, donde lo estaban esperando. Allí recitó sus oraciones. Cuando terminó la ceremonia se dirigió al comedor y los criados pusieron manjares deliciosos ante él. Su mesa estaba llena de platos. Entonces, Ikyu dobló su kimono.
"Tendrá ganas de beber", pensaron los anfitriones. Pero él puso su kimono ante la mesa y no tocó los platos.
- ¿Por qué no come usted? -le preguntaron.
- Este banquete no me ha sido ofrecido a mí, le ha sido ofrecido a este kimono violeta, así que es él quien debe comérselo.
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