EL MONO
Al terminar la jornada, el maestro meditaba a la sombra de un cocotero, cuando un mono le arrojó un coco sobre su cabeza.
El hombre lo recogió, bebió el dulce jugo, comió la pulpa y se hizo una escudilla con la cáscara.
Mirando hacia arriba se dirigió al mono:
- Gracias por criticarme.
Todo se puede revertir cunado aceptamos que no somos proietaris de ninguan vardad.
ResponderEliminarUn beso