EL CAMELLO
La estación, el Echadero de Camellos, estaba en pleno centro del puerto de Arrecife.
En aquellos años, la isla flotaba fuera del tiempo, y la gente tenía tiempo para perder el tiempo. Los camellos iban y venían, a paso lento, a través de las inmensidades del desierto de lava negra. No tenían horarios, ni hora de salida ni hora de llegada, pero salían y llegaban. Y nunca hubo accidentes.
Nunca hasta que un camello sufrió un súbito ataque de nervios y arrojó por los aires a su pasajera, que se dio un trompazo contra el suelo.
El camello enloqueció porque se le cruzó en el camino una rara cosa que tosía, echaba humo y andaba sin patas.
El primer automóvil había llegado a la isla.
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