ENVÍANOS LOCOS
¡Oh Dios!
Envíanos locos,
de los que se comprometen a fondo,
de los que se
olvidan de sí mismos,
de los que aman
con algo más que con palabras,
de los que entregan
su vida de verdad y hasta el fin.
Danos
locos,
chiflados,
apasionados,
hombres capaces
de dar el salto
hacia la inseguridad,
hacia la incertidumbre
sorprendente de la
pobreza;
danos locos
que acepten diluirse en la masa
sin
pretensiones de erigirse un escabel,
que no utilicen
su superioridad
en su provecho.
Danos locos,
locos del
presente,
enamorados de una forma de vida sencilla,
liberadores
eficientes del proletariado,
amantes de la paz,
puros de conciencia,
puros de conciencia,
resueltos a nunca traicionar,
capaces de aceptar cualquier tarea,
de acudir donde sea,
libres y obedientes,
espontáneos y tenaces,
dulces y fuertes.
Danos locos, Señor, danos locos.
L. J. Lebret
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