LAS CODORNICES
La más triste de las desgracias se había cernido sobre una bandada de codornices que merodeaba los alrededores de un pueblo. Con frecuencia, cuando se hallaban posadas y sosegadas sobre el suelo, las redes de los cazadores descendían sobre ellas como negros nubarrones repletos de desventura. Cientos de codornices perdían la libertad y la vida a manos de campesinos que las vendían en el mercado. El color pardo de su plumaje se hizo más y más triste, a medida que la muerte caía sobre ellas. Tenía esta bandada de codornices una reina sabia y buena que tan sólo se preocupaba de ofrecer consejos útiles a su pueblo. Un buen día reunió en torno a sí a la bandada y le habló con pausada voz: - He estado reflexionando sobre el mal que acaece a nuestro pueblo y conozco un remedio contra él: la solidaridad. Las codornices se miraron unas a otras, sin atinar a comprender el alcance de tales palabras. La reina prosiguió: - Cuando descienda sobre vosotras la aciaga red, no comencéis a chill