EL REY
A las afueras de aquella aldea vivía un anciano en una casa pobre, con su
pequeño huerto y una vieja gallina.
Una tarde, a punto de oscurecer, vio que en el horizonte se dibujaba un
caballo. Poco después, comprobó que encima del caballo había un joven jinete.
Éste, al llegar, le dijo:
-
- - ¿Por dónde se
va a la ciudad? Salí esta mañana temprano a cazar y me he perdido?
El anciano le explicó:
- Tienes que
cruzar el bosque, rodear la siguiente montaña, cruzar con mucho cuidado el río, porque hay cocodrilos,
y coger la carretera a la izquierda, que te llevará directamente a la ciudad.
El joven le dio las gracias y comenzó su viaje, pero enseguida el anciano
le dijo:
-
- - Joven, ya se
ha ocultado el sol tras la montaña y pronto caerá la noche, ¿por qué te quedas
aquí, descansas y mañana sigues tu camino?
El joven aceptó y el anciano le ofreció una buena sopa de gallina para
cenar y su cama para dormir, mientras que él lo haría en la alfombra. A la mañana siguiente, el joven le propuso:
- - Ya que eres
tan generoso, ¿podrías acompañarme hasta la ciudad? Tú conoces todos estos
caminos, y yo no estoy seguro de poder llegar solo.
- - Con una
condición, - aceptó el anciano – me han dicho que en la ciudad han nombrado un
nuevo rey, y quisiera conocerlo cuando lleguemos.
- - Trato hecho;
al llegar iremos a ver al nuevo rey, que es amigo mío.
Emprendieron camino y, al cabo de dos días, llegaron a la ciudad. Poco
después se encontraron a las puertas del palacio real. Los guardianes hicieron
una reverencia al amigo del rey y le dejaron pasar.
En la primera sala se encontraron con mucha gente bien uniformada. Todos
ellos hicieron una reverencia al amigo del rey.
- - ¿Cuál de
estos es el nuevo rey? – preguntó el anciano.
- - Ten
paciencia, pronto lo verás – contestó el joven.
En la segunda sala se vieron a señores bien trajeados. Todos ellos hicieron
una reverencia al amigo del rey.
-
- - ¿Cuál de
estos es el nuevo rey? – preguntó el anciano.
- - Ten
paciencia, pronto lo verás – contestó el joven.
Por fin, un soldado les abrió las puertas del salón del trono. Al entrar,
el anciano se quedó sorprendido de ver los muebles del salón, todos de oro;
pero allí no había nadie.
-
- Aquí – dijo
el anciano – sólo estamos tú y yo, uno de los dos debe ser el nuevo rey.
- - Efectivamente,-
le dijo el joven – tú eres rey.
- - No, yo nunca
he sido rey.
- - Pero ayer me
recibiste en tu casa, me mostraste el camino de vuelta y, sin conocerme de
nada, me ofreciste tu gallina y tu cama. Tú eres el rey de la compasión. Y yo,
nuevo rey, tengo el gusto de nombrarte mi consejero.
Gracias, Boni www.boniofogo.com
Una amabilidad bien recompensada, sin duda. ¡¡Cuántos "reyes" así se necesitaría hoy!!
ResponderEliminarUn saludo!