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Mostrando entradas de mayo, 2024

LOS AÑOS DEL HOMBRE

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  Cuenta la historia que Dios, después de crear el mundo, se sentó debajo de un árbol e hizo pasar a todos los seres para otorgarles los años que deberían vivir. El primero en pasar fue un burro. Dios le dijo que iba a vivir treinta años. Pero el burro al oír aquella cantidad le dijo al Señor que era excesivo, que no estaba dispuesto a vivir tanto tiempo trabajando como un burro. Al Señor le pareció adecuada la queja del burro y le concedió de vida sólo dieciocho años. Y el burro se fue contento. Luego llegó el perro. El Señor Dios le concedió también treinta años de vida. Pero el perro protestó: treinta años eran demasiado para sus patas y dientes. Le rogó a Dios que le concediera menos años. Entonces Dios se apiadó de él y le otorgó tan sólo doce años de existencia. Pasó también por delante de Dios el mono. Dios, en su infinita bondad, le otorgó treinta años de vida. Pero el mono alegó ante Dios que era mucho tiempo. Él, a fin de cuentas, tan sólo sabía hacer monerías y poco

DESEOS DEL ANCIANO

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  Entre las pertenencias de un anciano que acababa de fallecer, se halló un escrito hecho a mano, anotado sobre una hoja de cuaderno. El texto estaba dirigido a sus hijos y nietos, y decía así: «El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme. Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer estas mismas cosas. Si cuando conversas conmigo te repito mil veces las mismas historias, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos y te dormías. Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarme. Piensa cuántas veces te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras para limpiarte. No me reproches porque no quiera bañarme. Recuerda las veces que te perseguía, y los pretextos que inventaba para hac

LA ALEGRÍA

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  Atardecía sobre la superficie tranquila de las aguas del río. El maestro de la sabiduría, tras una larga jornada, se hallaba reunido con sus discípulos en la ribera. Contemplaban absortos la belleza de aquel momento. Fue entonces cuando un discípulo rogó al maestro que explicara qué caminos había seguido para hallar a Dios. El maestro de la sabiduría dijo: «Fue Dios quien me condujo hasta Él. Me tomó de la mano y fue haciéndome pasar por países diversos, hasta llevarme al corazón de su misterio» El discípulo siguió preguntando: «Maestro, ¿qué países te hizo recorrer Dios?» El maestro explicó: «Primeramente Dios me llevó de la mano al País de la Acción , donde permanecí largos años trabajando sin descanso, haciendo buenas obras por los demás. Luego volvió a tomarme el Señor y me condujo al País de la Aflicción. Allí viví hasta que mi corazón quedó purificado por el sufrimiento y el dolor. Pasados unos años me introdujo en el País del Amor. En él aprendí a dejar el pesado

AMIGOS

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  Hace ya muchísimos años hubo tres animales que estaban unidos por una amistad verdadera. Cierta noche el ciervo tuvo la mala suerte de caer en la trampa de un cazador. Intentó escapar de la red que retenía su libertad, pero sus cuernos y pezuñas no le servían de nada. Entonces gritó llamando a su amiga la tortuga. La tortuga lenta, pero segura, llegó a donde estaba prisionero su amigo el ciervo. Cuando se dio cuenta del problema comenzó a trabajar. Con su pequeña boca comenzó a cortar todas las mallas de la red. Pero el cazador que había colocado la red se levantó muy de mañana. Tomó su arco y sus flechas y se dirigió al bosque para ver si algún animal había caído en la trampa. El pájaro, amigo del ciervo, observó desde la altura cómo el cazador se dirigía hacia el engaño que había colocado. El pájaro vio que la tortuga todavía no había concluido su trabajo. Entonces se puso a revolotear alrededor del cazador, describiendo círculos, fingiendo que estaba herido. El cazador cen

LA CUATRO ESPOSAS

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  Hubo hace mucho tiempo un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo le daba lo mejor. También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la llevaba consigo cuando visitaba los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro. También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles. La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella le amaba profundamente, apenas si el se fijaba en ella. Un día, el rey enfermó gravemente y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: -Ahora