DESEOS DEL ANCIANO

 


Entre las pertenencias de un anciano que acababa de fallecer, se halló un escrito hecho a mano, anotado sobre una hoja de cuaderno. El texto estaba dirigido a sus hijos y nietos, y decía así:

«El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme. Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer estas mismas cosas.

Si cuando conversas conmigo te repito mil veces las mismas historias, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos y te dormías.

Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarme. Piensa cuántas veces te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras para limpiarte.

No me reproches porque no quiera bañarme. Recuerda las veces que te perseguía, y los pretextos que inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname.

Cuando me veas inútil e ignorante frente a las novedades tecnológicas, que ya nunca podré entender, te suplico que no me hieras con una sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseño tantas cosas. Comer, vestirte y educarte para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.

Cuando me olvide de lo que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde; y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que te decía, y me conforme con que me escuches un poco.

Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como yo lo hice cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.

Por ultimo, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y sólo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con el cariño que me tienes. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.

No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice contigo cuando tú comenzabas a vivir.

De la misma manera como te acompañé en el inicio de tu vida, te ruego me ayudes a enfrentar el final de la mía. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas...  porque desde siempre te he tenido un inmenso cariño.»

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