LA PRIMAVERA
Cuando
paseo por algún parque, en estos días de primavera, siento y me emociono con el
despertar de la vida: las lilas, los celindos, los castaños en flor; el canto
del mirlo, del herrerillo, del petirrojo; los largos atardeceres, la luz nítida
e intensa de la mañana. Todo es nuevo, exuberante, vivo. Aunque se repita cada
año siempre sorprende, conmueve e inspira. No me pasa lo mismo con el mundo al
que siento gastado y decadente. El mundo necesita una nueva primavera. Una
primavera de nuevos y fecundos brotes, de cantos y amaneceres que nos
despierten; de intensa y clara luz que nos cure la ceguera.
Necesitamos recuperar las
estaciones o fases de la vida:
- Que
nuestros niños vivan, plenamente, la infancia, sin ser empujados a la
precocidaz que se percibe en muchos ambientes.
- Que
los jóvenes se rebelen ante tantos modos y modas perniciosos. Que sean la
savia viva que renueve e impulse una nueva convivencia, un nuevo orden, un
nuevo pensar, un nuevo sentir.
- Que
las personas maduras, sobre las que recae la responsabilidad de la
familia, del trabajo, de la organización social, sean conscientes del
importante papel que se les otorga en esta etapa estelar de la vida.
- Que la
vejez adquiera la dignidad y el prestigio que merece haber recorrido tan largo
camino. Los niños y los jóvenes necesitan tener referentes de hombres y
mujeres maduros y de personas mayores en la culminación de sus vidas.
Necesitamos mirar, con
intención de ver, los problemas de nuestro tiempo, asumiendo, cada uno, nuestra
tarea. Nadie puede excluirse ni considerarse inocente de los males que
padecemos.
Necesitamos respetar, reverenciar y
cuidar, con esmero, el entorno natural que nos acoge. Ser ecologistas no es un
esnobismo sino un requisito imprescindible para sostener la vida en nuestro
Planeta Tierra.
Necesitamos fraternizar la
economía. ¿Cómo podemos acumular tantos bienes -muchos de ellos superfluos-
cuando millones de seres se ven privados del alimento, la educación, la
vivienda y la sanidad?
Necesitamos darnos cuenta de que
nuestra vida en la Tierra es una estancia corta, sometida al constante devenir
del cambio. Asumida esta certeza, viviríamos intensa y fructíferamente.
Necesitamos mejorar nuestras
relaciones familiares, laborales, vecinales, etc… Urge una política ejercida
con integridad, coherencia y auténtico servicio a los ciudadanos. Por su parte,
los ciudadanos, debemos ser más responsables, más comprometidos y más
exigentes. Se necesita la unión para defender derechos y libertades y un cierto
grado de altruismo para anteponer el bien común al propio.
Necesitamos mejorar la calidad de
la comida, del lenguaje, de los medios de comunicación, del ocio. Tenemos
cantidad de casi todo, pero calidad de muy poco.
Necesitamos transmitir a los niños,
con el ejemplo de nuestras vidas, el respeto a uno mismo, el respeto a los
demás y la responsabilidad de todos nuestros actos. La regla de oro “no hacer a
otro lo que no quieras que te hagan a ti”, debería ser una guía para la
convivencia.
Necesitamos una sociedad de mejores
modales; más estética y más sosegada. Creo que en todos nosotros subyace el
anhelo por lo bueno, lo bello y lo verdadero. ¿A quién interesa fomentar la
violencia, la vulgaridad, la distorsión de la verdad?
Necesitamos valorar y potenciar la
vida. Vida que es una oportunidad, un desafio, un don, un camino, una tarea, un
misterio. Vida que es única e inédita para cada uno de nosotros. ¿Hay mayor
necedad que infravalorarla o malgastarla?
Necesitamos…, necesitamos una
nueva primavera de valores esenciales, salud mental y física, de
armonía, de equilibrio, de agua y aire limpio; de conocimiento profundo de
nuestro Ser.
Si
después de esta breve reflexión nos hemos reconocido necesitados y
en peligro, ésta puede ser nuestra oportunidad. La necesidad y el
peligro han sido siempre, para el espíritu inquieto e innovador del ser humano,
acicate que agudiza los sentidos y hace aflorar la genialidad.
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