LA CERILLA



Había una vez una caja donde vivían muchas cerillas amontonadas. Estaban así porque 
tenían  mucho  frío.    Se  juntaban  unas  a  otras  para  darse  calor  Pero  eso  no  bastaba.  
Siempre estaban tiritando de frío.  No sabían de qué manera podían entrar en calor Iban 
pasando los días, y las cosas seguían igual Hasta que una de las cerillas más inteligentes, 
después de pensarlo mucho, dio con la solución y dijo: 
- ¡Ya lo tengo! ¡Ya sé cómo libramos del frío! ¡Fuego! ¡Fuego es lo que necesitamos! 
Y las demás cerillas, muy asombradas por su sabiduría, dijeron:  
- ¿Y cómo conseguiremos tener ese fuego del que tú hablas?   
Y respondió diciendo: 
- Alguien tendrá que arriesgar su vida saliendo de aquí para buscarlo y traérnoslo. 
Todas las cerillas comenzaron a hablar entre ellas.  Salir de la caja era ir a una muerte 
segura.  Hacía tanto frío allí fuera, que todo el que lo intentara moritía congelado. 
Una  pequeña  cerilla  se  presentó  voluntaria  para  ir  a  buscar  el  fuego.    Todas  callaron sorprendidas.  Aquello era una locura.  Subió muy decidida a lo alto de la caja y salió dando un salto hacia fuera.  Pero con tan mala pata, que perdió el equilibrio y cayó de 
cabeza.  Al tocar su cabeza con el suelo, se encendió y comenzó a arder. 
La pequeña cerilla estaba asombrada.  No podía creerlo.  El fuego estaba en ella.  Desde 
fuera comenzó a gritarles a las demás cepillas, que el fuego lo tenían dormido dentro de 
ellas.  Sólo había que salir de la caja y saltar de cabeza. 
Al  principio  no  la  creyeron.    Pero  cuando  se  asomaron  y  la  vieron  arder,  se 
convencieron.  Todas las cerillas se arriesgaron a saltar, y al caer, se encendieron.  Desde 
entonces, no volvieron a pasar más frío.  Y aquel fuego que tenían, nunca se les acabó.  
Si  alguna  se  apagaba,  bastaba  con  acercarse  a  otra  cerilla  que  estuviera  encendida  y 
volvía a recuperar el fuego. 

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