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Mostrando entradas de diciembre, 2010

EL CANASTO

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Se cuenta la historia de un anciano que se mantuvo en una granja en las montañas de Kentucky Oriental con su joven nieto. Cada mañana el abuelo se sentaba temprano en la mesa de la cocina par leer su vieja y estropeada Biblia. Su nieto que quería ser como él, intentó imitarlo de cualquier manera. Un día el nieto preguntó: - Abuelo yo intento leer la Biblia, me gusta pero no la entiendo, y lo que logro entender se me olvida cuando cierro el libro. ¿Qué hay de bueno en leer la Biblia? - preguntó el nieto. El abuelo calladamente dejó de echar el carbón en la estufa y dijo: - Baja el canasto de carbón y ve al río y tráeme un canasto de agua. El muchacho hizo tal y como el abuelo le dijo, aunque todo el agua se salió antes de que él pudiera volver a la casa. El abuelo se rió y dijo: - Tendrás que moverte un poco más rápido la próxima vez Y lo envió nuevamente al río con el canasto para intentarlo, esta vez el muchacho corrió más rápidamente, pero de nuevo

LOS ANCIANOS

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Una mujer salió de su casa y vio a tres ancianos con largas barbas blancas sentados al frente de su casa. No los reconoció y dijo: - "Creo que no los conozco, pero deben estar hambrientos. Por favor, entren y tengan algo de comer". -¿Está el hombre de la casa dentro?" preguntaron. - "No", dijo ella.- "El esta fuera". - "Entonces no podemos entrar", replicaron. Al anochecer, cuando su esposo llegó a casa, le contó lo que había ocurrido. - "Ve a decirles que estoy en casa e invítalos a entrar". La mujer salió e invitó a los hombres a entrar. - "Nosotros no entramos a casa juntos", replicaron. - "¿Por qué?", quiso saber ella. Uno de los ancianos explicó: - "Su nombre es Abundancia" dijo señalando a uno de sus amigos y luego dijo señalando al otro: "El es Éxito y yo soy Amor". Luego agregó: - "Ahora entra en tu casa y conversa con tu esposo sobre a cuál

EL BURRO

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El señor Silosenovengo estaba cansado de ser el atrólogo de la corte. La tensión de saber que cualquier predicción errónea podía costarle la cabeza le convenció de buscar un sucesor. Un día llevó un asno hasta el enorme trono del rey. - Majestad, no puedo seguir leyendo las constelaciones, porque he encontrado un astrólogo mucho más cualificado que yo. Dicho esto, señaló al burro. - ¿Cómo? ¿Un simple burro va a estar más cualificado que tú? - preguntó el rey. - Majestad, -contestó- el burro posee dos cualidades que eyo no tengo: orejas lo suficientemente ridículas para escuchar interminables preguntas estúpidas y un rebuzno lo bastante fuerte para responderlas.

LOS LIBROS (Elvira Lindo, El País, 5.12.10)

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 Un día, mientras José Alberto Gutiérrez hacía su recorrido habitual, vio que en el suelo alguien había dejado un ejemplar viejo de una novela de Tolstói. Se lo llevó a casa. Su señora, modista, se encargó de restaurarlo amorosamente, como quien zurce una prenda delicada. De pronto, a José Alberto se le pasó por la cabeza una idea disparatada que no dudó en poner en práctica: recogería todos los libros que encontrara a su paso. Sus colegas barrenderos le sirvieron de cómplices. Le gritaban, "¡José, libros!", y se los colocaban en el asiento de al lado. De esta manera, el camionero José ha recogido más de doce millones de volúmenes, volúmenes que han pasado por las manos primorosas de su señora para ser ordenados en la biblioteca en perfecto estado. En un primer momento, colocaron los libros en la planta de abajo de su casa. Allí empezaron a acudir mujeres y niños de ese barrio pobre en el que vive José. Más tarde, cuando ya los libros no cabían, el camionero cons