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Mostrando entradas de marzo, 2013

LA MAMÁ

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En el vientre de una mujer embarazada se encontraban dos bebés. Uno pregunta al otro: -¿Tú crees en la vida después del parto? - Claro que sí. Algo debe existir después del parto. Tal vez estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que seremos más tarde. - ¡Tonterías! No hay vida después del parto. ¿Cómo sería esa vida? - No lo sé pero seguramente... habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y nos alimentemos por la boca. - ¡Eso es absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer por la boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos alimentamos. Yo te digo una cosa: la vida después del parto está excluida. El cordón umbilical es demasiado corto. - Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea sólo un poco distinto a lo que estamos acostumbrados a tener aquí. - Pero nadie ha vuelto nunca del más allá, después del parto. El parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es más que una angustiosa existencia en la osc

EL SALUDO

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Juan trabajaba en una planta distribuidora de carne. Un día, terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; en ese momento se cerró la puerta, se bajó el seguro y quedó atrapado dentro. Aunque golpeó la puerta fuertemente y comenzó a gritar, nadie pudo escucharlo. La mayoría de los trabajadores habían partido a sus casas, y fuera del refrigerador era imposible escuchar lo que ocurría dentro. Cinco horas después, y al borde de la muerte, alguien abrió la puerta. Era el guardia de seguridad que entró y lo rescato. Juan preguntó a su salvador como se le ocurrió abrir esa puerta si no era parte de su rutina de trabajo, y él le explicó: - Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero tú eres el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible. Hoy, como todos los días, me dijiste tu simple "Hola&q

EL VENDEDOR DE HUMO

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EL SISTEMA

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Este es el acuerdo que firmamos  cada mañana  al despertarnos, simplemente, no haciendo nada. 1. Acepto la despiadada competitividad como la base de nuestro sistema, aunque soy consciente de que este funcionamiento engendra dolor, frustración y cólera a la inmensa mayoría de los perdedores. 2. Acepto que diariamente me humillen o me exploten a condición de que se me permita humillar o explotar a otro que ocupe un lugar inferior, en la pirámide social. 3. Acepto la exclusión social de los marginados, los inadaptados y los débiles, porque considero   que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus límites y ellos deben quedar excluidos. 4. Acepto remunerar generosamente a los bancos para que inviertan mi sueldo a su conveniencia   y que no me den ningún dividendo de sus gigantescas ganancias, ganancias que servirán para atracar a los países pobres. Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme el dinero que proviene exclusivamente d