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Mostrando entradas de enero, 2017

LECCIÓN DE ECOLOGÍA

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En la fila del supermercado, el cajero le dice a una señora mayor que debería traer su propia bolsa, ya que las bolsas de plástico no son buenas para el medio ambiente. La señora pide disculpas y explica: "Es que no había esta moda verde en mis tiempos." El empleado le contestó: "Ese es ahora nuestro problema. Su generación no puso suficiente cuidado en conservar el medio ambiente." Tiene razón, le dice la señora: nuestra generación no tenía esa moda verde en esos tiempos: - En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosa y las de cerveza se devolvían a la tienda. - La tienda las enviaba de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que se podían usar las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las reciclaban. - Subíamos las escaleras, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio ni oficina. - Íbamos andando a las tiendas en lugar de ir en coches de 300 caballos de potencia cada vez

EL HACHA

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Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel. El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles. —Te felicito —le dijo el capataz—. Sigue así. Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano. A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles. «Debo de estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol. Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando

LAS ALAS

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Cuando se hizo mayor, su padre le dijo: -          -  Hijo mío: no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado. -          -  Pero yo no sé volar —contestó el hijo. -         -   Es verdad. —dijo el padre. Y, caminando, lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.  -          -  ¿Ves, hijo? Éste es el vacío. Cuando quíeras volar vas a venir aquí, vas a tomar aíre, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás. El hijo dudó. -     - ¿Y si me caigo? -          -  Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento —contestó el padre. El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida. Los más estrechos de mente le dijeron: -        -   ¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está medio loco... ¿Para que nece