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Mostrando entradas de abril, 2024

SAN MAXIMILIANO KOLBE

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  Llegan a Cracovia terribles noticias acerca de   lo que sucede en el campo de concentración de Oswiecim llamado «Auschwitz» por los alemanes. Ha sido en las Navidades de 1941 cuando las familias polacas van conociendo la historia increíble de cómo murió el padre Kolbe... Vino la guerra. Los sicarios de la Gestapo cazaron al padre Kolbe. De la prisión de Pawiak lo pasaron al infierno de Auschwitz. Lo tatuaron con el número 16.670, y le asignaron un sitio en el bloque 17 destinado a trabajos forzados: sufrió como sus compañeros humillaciones, golpes, insultos, mordiscos de los perros, chorros de agua helada cuando estaba devorado por la fiebre, sed y hambre, idas y venidas arrastrando cadáveres desde las celdas al horno crematorio. Auschwitz era la antesala del infierno. Convertido en una piltrafa, Kolbe fue colocado unas semanas en el bloque 12, de los inválidos, para «reponerse». Luego pasó al bloque 14. Pertenecía al 14 el día en que un prisionero se fugó. El comandante del ca

EL DRAGÓN

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  La gran afición del aristócrata Ye venía probablemente de su nacimiento. Según el Zodiaco chino, vino al mundo cuando reinaba el signo más fuerte de los doce animales que conforman el horóscopo chino. Nació en el año del Dragón. Adoraba ese signo legendario como algo propio de su existencia. Los techos de su residencia se remataban con dragones tallados. Todos los muebles de la casa estaban decorados con imágenes de ese animal omnipotente. Su fabulosa colección de figuras de dragón era indudablemente la mejor de todo el imperio. y como si la profusa presencia del animal en su casa no fuera suficiente, adornó todas sus prendas con bordados o estampaciones de dragón, se casó con una mujer del mismo signo, doce años más joven que él, eligió la servidumbre únicamente entre las doncellas nacidas con el mismo signo de su preferencia. Dragón, dragón, todo dragón. Cuando el Dragón celeste, que vivía en el cielo, se enteró de su gran afición, conmovido y agradecido, descendió a la Tierra

LA CEBOLLETA

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Había una vez una vieja avara, que había vivido para sí, amasando una fortuna que nunca llegó a disfrutar, como les pasa a todos los avaros. No había ayudado casi en toda su vida a nadie, aunque por su puerta habían pasado muchos necesitados. Y así, poco a poco, durante toda su existencia, aquella vieja, que nunca, desde que creció, había dejado de ser vieja, se fue quedando sola, y murió, como morimos todos. Bueno, no exactamente como morimos todos: ella murió desesperada porque no se podía llevar consigo nada de lo que poseía. Y llegó a las puertas del cielo. Allí la recibieron con los brazos abiertos, pero claro, le pidieron la entrada. Y la vieja, que venía enfadadísima por no haber podido traer siquiera un real en los bolsillos, dijo que no tenía nada con lo que pagar. Entonces le enseñaron un cartel que había junto a la puerta: “Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. Firmado: Jesucristo, el Hijo de Dios”. Así que, le dijeron, la entr