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Mostrando entradas de mayo, 2012

LA PRIMAVERA

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Había un ciego que se sentaba en el suelo, pidiendo, a la entrada de un edificio de oficinas. A sus pies, un sombrero y un cartel: Soy ciego. Ayúdeme, por favor Pasó por allí un experto en publicidad y se fijó que sólo había unas pocas monedas en el sombrero del ciego. Echó unas pocas más y, sin permiso, dio la vuelta la cartel y escribió algo en él. Luego lo colocó junto al sombrero y se fue. El publicista volvió por la tarde y comprobó que el sombrero estaba lleno de monedas y algún que otro billete. El ciego lo reconoció por el modo de andar y le preguntó si había sido él el que había rehecho lo escrito en el cartel, y le dijo que quería saber qué había puesto en él. - No he puesto nada que no sea verdad. Simplemente, he escrito su mensaje de modo distinto - El publicista sonrió y siguió su camino. El ciego no tardó mucho en saberlo. En su cartel decía: Estamos en primavera y yo no la puedo ver. Una ayuda. Gracias

LOS PLÁTANOS

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    Un grupo de científicos encerró cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un racimo de plátanos. Cuando un mono subía la escalera para coger los plátanos, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo golpeaban. Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, sustituyeron uno de los monos. Lo primero que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le propinaron tremenda paliza. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera, aunque nunca supo el por qué de tal vapuleo. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho, lo volvieron a golpear. El cuarto y, finalmente,

EL PEZ

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Un pez fue arrojado a la playa por una fuerte ola. Por más que lo intentó, no pudo volver al agua. Desesperadamente se puso a pedir ayuda: - Por favor, ayúdenme. Me falta la respiración. Por favor, que alguien me devuelva al agua. Pasaba por allí un hombre rico que oyó los gritos del pez: - Me gustaría ayudarte -dijo- pero voy al banco y ando mal de tiempo. Lo siento, te ruego que me perdones. El pez siguió haciendo esfuerzos y gritando, hasta que atrajo la atención de un turista que pasaba por allí: - Me gustaría ayudarte, pero no sé cómo hacerlo. ¡Si al menos tuviera algo para empujarte hacia el mar! Pero no llevo nada. Estoy de vacaciones, ¿sabes? - Use un palo o una rama, o sencillamente cójame en la mano. Por favor, se lo ruego, devuélvame al mar. - Supongo que podría hacerlo -le contestó, perplejo, el turista- pero, pensándolo bien, quizá será mejor que te ayudes a ti mismo. Estoy seguro de que encontrarás el modo de arreglártelas, si lo in

EL HIJO

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Un día David y su padre estaban cavando un huerto que había detrás de la casa, cuando tropezaron con una gran piedra. —Tenemos que quitarla—dijo su padre. —Yo lo haré—dijo David, queriendo ser útil. Empujó y jadeó hasta quedar sin aliento. —No puedo hacerlo—dijo, admitiendo su derrota. —Yo creo que puedes—respondió su padre—, si intentas todo lo que crees que puedes. David lo intentó de nuevo hasta que le dolieron los brazos y estuvo a punto de llorar. —No puedo hacerlo—repuso—. De verdad que no puedo, papá. Lo he intentado con todas mis fuerzas pero no se ha movido ni una pizca. —¿Has hecho realmente todo lo que te parece que puedes hacer? David asintió con un gesto, pero su padre movió la cabeza: —No, hay una cosa que has olvidado, si lo haces conseguirás mover la piedra. —¿Qué es lo que he olvidado?—preguntó David. —Entonces, tengo razón. Podías haberme pedido que te ayudara, pero no lo hiciste. —Papá, ¿quieres ayudarme?—preguntó David. El padre y el hijo aunaron sus fuerzas y e