SER HUMANO


¡Buenos días!
      Te he observado cuando despertaste esta mañana, esperando que me dirigieras la palabra; aunque
fuera tan solo brevemente… para pedir mi opinión o agradecer las pequeñas cosas buenas que te sucedieron ayer.
      No obstante, me percaté que andabas muy ocupado buscando la ropa adecuada con la que andar a
trabajar. Con todo, todavía seguí esperando que, mientras corrías de aquí para allá por casa ultimando detalles, encontrarías un breve momento para, al menos, decirme: «¡hola, ya ves, las prisas…!». Pero… ¡estabas demasiado ocupado!
      En fin, no me quedó más remedio que encender el cielo, llenarlo todo de colores, con alegres so-
nidos de pájaros… para ver si así me atendías, me escuchabas. ¡Ni con esas, me prestabas atención!
      Seguí observándote mientras te dirigías al trabajo... Te he esperado pacientemente toda la jornada.
Comprendo que, con tantas cosas como tenías entre manos, te resultase muy difícil decirme algo o entretenerte un rato conmigo.
      Ya en casa, de retorno, me percaté de tu cansancio y hasta se me pasó por la cabeza el prepararte
un baño especial que disolviera tu estrés. Me vino la idea…, porque… quizá de este modo habrías pensado en mí. Sin embargo, has terminado por enfurecerte y hasta ofender mi nombre, cuando deseaba que me dijeses algo y, además, había tanto tiempo por delante.
      Después has encendido el televisor; yo esperaba pacientemente mientras veías la televisión. Nuevamente te has olvidado de charlar conmigo; no me has dirigido ni una palabra.
      Me daba cuenta de que estabas cansado y comprendí tu deseo de silencio; por eso hice que se oscureciera el cielo, encendiendo tan solo una vela. ¡Qué bella noche, de verdad! Pero…, no estabas interesado en este particular.       A la hora de dormir, me parecías casi derrumbado de cansancio. Has dado las buenas noches a la familia y has caído redondo en la cama. Inmediatamente te has dormido. He acompañado tu sueño con una música particular. Mis animales nocturnos se han iluminado, pero da igual porque ni te das cuenta de que siempre estoy ahí, contigo.
      Tranquilo. Tengo más paciencia de cuanto puedas imaginar. Incluso, me agradaría enseñarte a ser
paciente con los demás. Te amo tanto que todos los días sigo esperando una breve oración, mientras paseo delante de ti y sólo por ti.
      Bueno; te estás despertando de nuevo y otra vez estoy aquí delante y… espero, espero solamente
con el equipaje de mi amor hacia ti; espero que hoy puedas dedicarme algún instante de tu jornada.  Por cierto, ¡Buenos días! ¡Feliz jornada!
Tu padre, Dios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA PECERA

EL PAÍS SIN PUNTA

LAS TRES PIEDRAS