EL LIBRO

 Hace mucho, mucho tiempo, la gente vivía siempre en un mismo lugar, y aunque a veces iban a la ciudad más cercana andando o en un carro tirado por un caballo, no lo hacían con frecuencia porque los viajes eran largos y cansados.

De vez en cuando, llegaba un viajero andando por los caminos llenos de barro: un vendedor que traía alfileres, cintas y cuentas de colores, o un soldado que había estado combatiendo, o un marino que regresaba de la mar. El visitante contaba cosas curiosas que había visto y oído, y las gentes le escuchaban ávidamente porque querían saber qué es lo que había en otros lugares de la Tierra.

Todo resultaba nuevo e insólito para aquellos hombres y mujeres cuyas vidas transcurrían en un mismo lugar. Les parecían igualmente reales y maravillosas las historias de ballenas y sirenas, de hombres rojos y azules, de cuevas repletas de joyas y de pájaros gigantes. Los gentes de aquellos tiempos no sabían cómo eran los habitantes de otros lugares de la tierra, ni que las ballenas podían cantar como las sirenas. No sabían tampoco distinguir una estalactita de una joya, ni una roca de una avestruz.

Pero, entonces, oyeron hablar de un gran viajero que poseía una alfombra mágica. Cuando se sentaba en ella, la alfombra flotaba por el aire y le transportaba a todos los lugares que deseara ir. Era una historia maravillosa y esos hombres y mujeres, que nunca habían salido de su ciudad, creyeron que podría ser real.

Pasó el tiempo, el planeta Tierra siguió dando vueltas y vueltas alrededor del Sol y, por fin, llegaron los inventores y dijeron:

- No, no existen las alfombras mágicas.

Los inventores fabricaron barcos de vapor, automóviles y aviones paea poder viajar rápida y fácilmente por el mundo. lnventaron también las máquinas fotográ­ficas para retratar la Tierra y que todo el mundo pudiera conocerla.

La vida cambió completamente. Ahora las gentes ya sabían que otras personas poblaban el mundo y cómo era ese mundo que giraba alrededor del Sol. Era como si todos fuesen vecinos, aunque algo faltaba para sentir esta cercanía. Y por ello empezaron a decir:

- Las fotografías son planas, no se ve lo que va a ocurrir después, y no podemos estar de viaje todo el tiempo. Tenemos trabajos que atender y debemos cuidar de nuestros hijos. Además, cuesta mucho dinero y algunos de nosotros no podrán viajar jamás; necesitamos ver el mundo desde nuestros hogares.

- De acuerdo - dijeron los inventores-, e inventaron fotografías en movimiento, que reflejaban todos los colores y repetían todos los sonidos de la Tierra. Si colocais esta máquina en vuestros salones, podréis contemplar el mundo, escuchar sus ruidos y ver lo que va a suceder.

Las gentes estaban muy contentas. Por las noches, despues del trabajo, observaban lo que acontecía en el mundo. Pero, al cabo de un tiempo, algunos se sintieron descontentos y murmuraban entre si:

- Las fotos siguen siendo planas, no experimentamos sensaciones ni podemos ver lo que hay detrás.

Cuando los inventores les oyeron, fruncieron el ceño porque habían trabajado mu­chísimo. Pero tuvieron la suerte de que en ese momento apareciese un sabio que se detuvo a escuchar sus quejas:

- No es justo que protestéis cuando los inventores han trabajado tanto - les dijo- ¿Por qué no utilizáis vuestras alfombras mágicas?.

- Alfombras mágicas!,- exclamaron las gentes irónicamente.-Se trata de un viejo cuento y los inventores, que saben mucho, nos han dicho que no existen.

-No hay nadie que sepa absolutamente todo - añadió el sabio-. Cada uno de vosotros posee una alfombra mágica que se halla oculta dentro de vuestras cabezas y ni siquiera los inventores lo soben. Esta alfombra os llevará a cualquier lugar del mundo y os hará vivir aventuras fascinantes mientras estáis sentados en una silla en vuestros hogares. Podréis experimentar todo tipo de sensaciones, ver lo que hay detrás y lo que va o suceder. Podréis visitar a todos vuestros vecinos, cualquiera que sea el país donde habiten, sin moveros de vuestras casas.

- Pero, ¿cuál es la ventaja de tener una alfombra máigica - protestaron-, si no hay forma de sacarla de nuestras cabezas?.

- Necesitáis una llave,- explicó el sabio-. La llave opropiada para cada viaje. Precisamente aquí tengo una, probadla y veréis.

Y les entregó un libro.

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